Limpiar el polvo. Deberá hacerse sin levantarlo, utilizando un paño húmedo para evitar que tanto el polvo como los ácaros pasen el aire y queden en suspensión.
Lavado de sábanas. Hay que cambiar las sábanas al menos una vez a la semana. En cuanto al lavado, lo cómodo, no cabe duda, es hacerlo en frío.
Ventilar bien la casa. Hay que hacerlo diariamente, poniendo especial énfasis en los dormitorios, ya que los ácaros tienen una especial predilección por los colchones y las almohadas.
Humedad ambiental. Los ambientes húmedos favorecen la proliferación de ácaros, por los que las condiciones de humedad del hogar deben mantenerse por debajo del 50%.
Colchón y almohadas. Es sorprendente la cantidad de ácaros que se acumulan en ellos, ya que la temperatura que el cuerpo humano les confiere favorece su ciclo reproductivo.
No a las alfombras y moquetas. Si se decide obviar las recomendaciones de no tenerlas en casa por ser un hábitat ideal para estos pequeños arácnidos, es fundamental limpiarlas correctamente y de forma habitual.
Productos químicos. El problema es que no eliminan a los ácaros muertos que igualmente tienen un efecto alergénico, por lo que después de utilizarlos habrá que limpiar siguiendo las indicaciones ya expuestas.